Si te gustan los
deportes, te gustan los finales reñidos. Esos finales en los que estás
repantingado en el sofá y de repente, te ves de pie delante de la tele
empujando, a uno o a otro. Yo, cuando veo deportes
siempre quiero que gane uno. La imparcialidad no es lo mío. Eso debe
ser cosa de suizos. Yo elijo quien quiero que gane, habitualmente por motivos
totalmente disparatados, y me pongo a verlo. Me da igual que sea la final de un
Mundial o primera ronda de un trofeo WTA 250 de Teletenis... No puedo ser
imparcial. Total, casi siempre pierdo...
Por eso, recuerdo grandes
rectas finales... Así a bote pronto, Gebreselassie y Tergat en los 10.000 de
Sidney 2000, la llegada a meta del triatlón femenino en Londres 2012, Mare
Dibaba en el mundial de maratón en Pekin 2005 entrando con otras dos
corredoras, o esos sprints locos de Jonathan BrownLee vs Javi Gómez Noya...
Pero claro, el
Novatillismo también tiene de sus finales fetiche... Esos sprints que al
rememorarlos suena en tu cabeza música rollo “Carros de Fuego”, esprints en los
que... en casi todos ellos, he terminado perdiendo...
Aquí va mi top5.
5.- El niño listo.
Octubre de 2010. Mi
primera carrera. 7km. Sólo hace un mes y poco que corro . Voy “acongojado”.
Salgo prudente y pronto adelanto a unos cuantos. Me relajo. Ya sé que no
terminaré último... Mola. En el kilómetro 5 alcanzo a un niño de unos 9 años.
La carrera la organizaba un colegio y el niño era alumno. Va justo, muy justo.
Hiperventilando, arrastrando los pies... no lleva mal ritmo, pero se le ve
cansado.
De pronto, nace en mi un
Novatillo samaritano. Veo la situación. El anterior corredor va a unos 50
metros, el siguiente también. Pienso ¿y si me quedo acompañando al niño? Total
para tirar para adelante y quedarme solo... Así lo hago. Adopto mi ritmo al
suyo, voy hablándole, animándole, incluso le ofrezco agua...
Hasta ahí todo magnífico,
hasta que giramos y entramos en la recta final, en el patio de su colegio,
donde el niño, entre vítores y aplausos resurge cual ave Fénix, y me pega un
adelantamiento que, no sé si pasará a la historia, pero al menos se merece
estar en esta lista... No comentaré nada de cómo entra en meta Novatillo,
cautivo y desarmado.
4.-Esta vez no me ganas.
Septiembre 2011. Una de
mis pocas carreras de montaña. Un pueblo al lado de Pamplona. 8kms, Subir un
poco, crestear, y bajada alocada. Al menos para mi.
A mitad de trayecto me
encuentro con un compañero de colegio. Ese que aunque batiera mi marca siempre
me ganaba en el test de Cooper. Ese que jugaba en el cadete, el infantil, el
juvenil de Osasuna. Ese que además sacaba buenas notas. Ese que... había ganado
un montón de peso (la apretada camiseta daba fe) y subía fatigosamente la
cuesta.
Como la venganza se sirve
en plato frío, me emparejo con él, le saludo y hablamos. Él, en perfecta
anaerobia gime diciendo que está entre los organizadores de la carrera, y que
conoce el recorrido. Que me gustará.
Yo, y mis escasos 60kgs,
nos despedidmos con un “tiro para adelante, luego nos vemos”... Sigo subiendo y
cresteando, hasta que llega la cuesta abajo. Y yo que soy torpe, miope y
miedoso (vamos la Santísima Trinidad del trail) empiezo a bajar con más cuidado
que si llevara una bomba atómica en la mano... Y de pronto, veo pasar como una
bala esa misma camiseta roja apretada, al grito de “hasta luegoooo!!!”.
No sé si era la inercia de los kilos de más, o el conocimiento del terreno,
pero me pegó una pasada que no hubo forma de recuperar en el plano final... y
mira que lo intenté...
3.- Hay gente p’a tó.
Junio 2014. Carrera de
fiestas en un barrio. 30 inscritos. Es fácil saber en qué puesto voy. Se han
escapado 5 galgos por delante. A su rollo, de palique. Yo, que había cambiado
ese día las series por ese 5.000 intento correr fuerte. A ver si no pierdo de
vista a los galgos.
Pero el recorrido es un
galimatías a tres vueltas. Un galimatías de giro a derecha, giro a izquierda,
sube a la acera, baja de la acera... Aunque está bastante bien provista de
voluntarios no consigo memorizar el recorrido, porque además en ese barrio no
había estado nunca.
Quedarán 300 metros de
carrera, y yo “aprovechando” que el voluntario no mira, me equivoco en un giro.
Me paso de largo un cruce y me meto 15 metros mal por una calle. El voluntario
me chilla y consigo volver sobre mis pasos... Mientras regreso veo al corredor
que llevaba detrás. Lo veo venir y yo, iluso de mi, pienso “ya me ha visto
pasarme de largo el cruce, me dejará pasar por delante”... El fair play del corredor, ya sabéis. Jajajaj. Para
rato. El tipo, un habitual de las carreras locales y de cierta edad, aprieta el
paso para llegar al cruce por delante de mi. Y esprinta, esprinta y esprinta
hasta que en la meta final consigue arrebatarme ese 6º puesto que hubiese sido
mío si no fuese porque... “hay gente p’a tó”
2.- El pódium da alas.
Septiembre 2016. Carrera
en Pamplona. La típica que sale del Casco Viejo, baja al río y sube de nuevo al
centro. 5 km.
Según pasamos el cartel
de km1 alcanzo a una chica. Arrecia el viento. La chica se pone descaradamente
detrás, tapándose el viento conmigo (que todo sea dicho con mi talla S poco
tapo...) Si me muevo un poco hacia la derecha ella a la derecha, si voy a la
izquierda, ella igual... Ni un relevo, ni siquiera ponerse codo con codo.
Detrás, como si fuésemos por la vía del tren. Bueno, da igual, al menos hace
compañía.
El recorrido es sencillo,
un km tó p’abajo, tres kilómetros planos y un km tó p’arriba. Llegamos a los
pies de la última cuesta, me mira y me pregunta por dónde va el recorrido. Yo,
rollo paternalista le digo, “tranquila, que subimos esta y ya es plano”... En
estas, una señora grita en el público, “vamos chavala, ¡¡qué vas segunda!!”
La que lió la señora. Es nombrarle el pódium y
esa camiseta naranja que intuía detrás me mete un hachazo descomunal, y cómo
no, en la zona de más público... En meta me saca, tranquilamente 50 metros...
Otra gran victoria moral, para el Novatillo. Hice de liebre de la segunda
clasificada femenina.
5.- El que pudo haber
sido y no fue.
Septiembre 2012. Pueblo
al lado de Pamplona. 5kms ¡a cinco vueltas!
Buffff, en la salida no
hay ni 30 personas. Entre ellos destacan un grupito de galgos, de esos de
camisetillas de tirantes, pelo rapado y morenos. Mi único objetivo, no hacer
mucho el ridículo.
Maldito recorrido.Subidas, bajadas, giros, viento, algo de lluvia... El pueblo es pequeño y si no se hacen
muchas vueltas pequeñas se nos acaba el pueblo y acabamos en la carretera general. Me quedarían unos 300 metros para
terminar la penúltima vuelta cuando oigo a un voluntario... “Ahí viene el
primero”... Me giro. Viene. Vaya que si viene. Viene a toda leche.
Se me ocurre la típica
idea friki. Que no me doble, que no me doble. Empiezo a esprintar como un loco,
a todo lo que puedo. El tío me va recortando. Sigo dándole a tope y consigo
cruzar la línea de meta antes que él. Parte del público piensa que nos
disputábamos la victoria, pero yo huyo de allí como puedo para hacer, con pocas
fuerzas, pero orgullo intacto, la última vuelta.
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