jueves, 27 de agosto de 2015

El día en el que el maratón te pide cuentas. San Fermín Maratón

km25. Sigue haciendo mucho calor. Aunque sean las 22.00 horas. 
El grupo sólo lo componen 5 corredores y las dos liebres de 4h. 
Yo soy una de ellas. 
El silencio habla. Todos vamos callados. 
Todos sabemos que vamos a petar. Lo único que no sabemos es cuando. 
Tengo sed, kilómetro 25. Mala señal. 


Este fue mi primer tuit al llegar, derrotado, a la meta de San Fermín Maratón.


Es raro que haga calor en Pamplona un 27 de junio. Que haya 27º a las 19.30. En Pamplona, como en cualquier parte cuando hace calor aprovechas el día. Tomas unas cañas, vas a la piscina o pasas el día en una playa cantábrica. Pero no corres un maratón. Pero yo tenía un compromiso. Ser la liebre de 2h/4h de San Fermín Maratón.  


Aquí mi compañero Rubén y yo, antes de salir, 
cuando éramos unas liebres felices. 


¿Por que soy la única liebre que no va de rosa? 
Las típicas cosas que le pasan al Novatillo

No sé por qué pero San Fermín Marathon es una de las carreras que más público aglutina. Seamos claros. Esto no es Cádiz. Somos gente del norte. Es un público del norte. Gente recia, pero a la que le cuesta sacar una sonrisa, un aplauso o un grito de apoyo. Sin embargo, quizás por el efecto de la felicidad pre-sanferminera, tomar la salida de San Fermín Maratón te hace sentir parte de un espectáculo que le gusta a la ciudad. A tu ciudad. Y, por un día, te sientes arropado. 

Además, este año la afluencia de tuiteros y de blogeros fue amplia. Gente a la que conoces de poco y de mucho. Pero que en cuanto tienes delante ves como le brillan los ojos al verte. Que te regalan un abrazo y una sonrisa. Y eso, también hizo que la carrera fuera especial, para Novatilla y para mi, que intentamos ser buenos cicerone de nuestra ciudad.

La SALIDA no tiene nada de particular. Bueno sí, que hace calor. 27º grados. Estoy en la zona de salida, parado, sudando. Mala cosa. Mala señal. Mis grandes petadas siempre fueron con calor. Suena el txupinazo que da la salida y partimos. Las liebres salimos, para mi gusto, demasiado adelante, y durante los primeros metros, lo típico: colocarte en el pelotón. Intentar no estorbar ni ser estorbado. Pronto llega una sensación nueva, se va creando una grupeta a mi alrededor.


Primeros metros. Concentración para no pasarme de ritmo

Los primeros kilómetros van sobre lo previsto. Ritmo constante. Fácil. Un 5'40''/km machacón. La gente colabora mucho. Se colocan detrás y tenemos un hueco delante para poder gestionar ritmos. Estamos rodeados de un montón de amigos. Bloggeros como Raul (Korrekaminos), Alex (nuestro querido corredor converso), Novatilla y un montón de tuiteros y corredores pamplonicas. 

Una buena grupeta saliendo del Casco Viejo de la ciudad

Callejeando por el Casco Viejo, 
foto gratuita regalada por la organización.

¡Grupeta! ¡grupeta!

¿Que viene tu sobrina a verte? 
La liebre siempre puede sacar tiempo para darle un beso.

Al igual que el año pasado, el paso por el Casco Viejo es una gozada. Mucha gente viendo, mucha gente animando. Pero sigue haciendo mucho calor. Demasiado calor. No me engaño. Sé que voy mal entrenado. Caerme en un trail en las semanas de más carga me tuvo parado 25 días. Con cinco grapas en una rodilla. No es la mejor preparación. Espero que la ilusión por hacerlo bien sea suficiente.  

Eso sí, detecto cierta euforia a mi alrededor. En el grupo llevamos mucho cachondeo. Muchas conversaciones, muchas risas. Incluso suena algún grito. Yo voy a lo mío. Vigilando el reloj. Vigilando ese 5'/40'' y recordando esa frase de "El maratón no es cosa de chuliqueo".


En el kilómetro 13, cuando ya habíamos fichado 
para nuestra grupeta al inefable @contadordekm


Conforme avanzan los kilómetros me gusta ver el grupo. Poco a poco perdemos corredores. Pero algunos se han agarrado a nuestro ritmo y no lo sueltan. Con esos corredores se crea una complicidad especial. No hace falta hablar. Con una mirada, con cedernos el paso, con pasarnos agua en el avituallamiento es suficiente.


Casi llegando al km20 el cuerpo me da una primera mala señal. Tengo sed. Mucha. Y lo que es peor, lo que bebo en el avituallamiento del 20 no me la calma. He estado sobrehidratando estos días pero no ha sido suficiente. Ahi ya sé que lo pasaré mal. Pero hay que aguantar.

Pero llega un momento especial de la carrera. Kilómetro 20. La subida al portal de Francia (que subiremos dos veces). Un paisaje precioso, amurallado. La entrada del camino de Santiago en la ciudad. Una cuesta corta pero empinada que nos pone en el Casco Viejo de nuevo. Tan pronto como llegamos allí aparece el público ante nosotros. Público entendido. Que sabe que en una cuesta, en donde duelen las piernas, es donde hay que ponerse a animar. 

Me encanta esta foto, en pleno esfuerzo subiendo el portal de Francia. 
Bien rodeado por corredores de MM (dorsal azul) y de maratón (dorsal rojo) 

Gracias a Alex podemos ver cómo era el empuje del público en esa subida. 

Callejeamos por el Casco Viejo de nuevo. Mucho público. Público que iba a vernos, los menos, y público que ha ido a disfrutar del buen tiempo de un sábado noche. Cruzamos una zona de copas, son casi las 22.00 horas. Respeto, mucho respeto. Animos, en castellano, en euskera, en inglés. Manos que aplauden, manos que ofrecen kalimotxos o incluso cigarros de dudoso contenido. Todo vale para levantar el ánimo. 

Fin de la primera vuelta. Momento duro. Dejamos en tiempos clavados a los compañeros de la media maratón. Pero nos quedamos casi solos. Pasamos de estar corriendo una carrera de 1500 personas a una de 400. Donde teniamos decenas de corredores en la grupeta, ahora quedamos siete u ocho. Al menos queda una satisfacción. Hemos entregado a los de la media maratón en dos horas exactas. Buen trabajo. 

Mi grupo dando la enhorabuena a la gente de la media maratón 
que ya enfilaba para la meta en la plaza de toros.

El paso por el kilómetro 25 es curioso. Ya no hay euforia. Nadie habla. Nadie ríe. Nadie chilla. Somos cada uno con nuestro ritmo y con nuestros fantasmas. Sabemos que vamos a petar. Intentaremos que sea cuánto más tarde mejor. Sigo teniendo sed. De piernas voy relativamente bien, aunque nada parecido a aquello que se dice de "pasa la media maratón como si no hubieses corrido".

KM26. Una grupeta más pequeña y más silenciosa que la anterior. 

Se va haciendo de noche. No sé exactamente en dónde nos anochece. Supongo que en polígono industrial. Allá por el kilómetro 30. Tengo mucha sed. Me paro en el avituallamiento, bebo tres vasos de isotónico, cojo una botella de agua. Pero la sensación de sequedad en la boca no remite. Seguimos marcando ese machacón ritmo para 4h. Pero sé que queda la parte más dura del recorrido. Sé que no terminaré en 4 horas.

Un poco más adelante tanto Rubén, la otra liebre, como yo perdemos el ritmo de 5'40''/km. No sé si es el muro, el calor, la falta de entrenamiento, la humedad, la falta de sales o todo a la vez. Qué más da. Cada paso. Cada levantar el pie del suelo es un esfuerzo.

Llego a duras penas al kilómetro 35. Le digo a Rubén que no puedo. Que siga. Que sea él la única y verdadera liebre. Pero él tampoco puede. Va bien de fuerzas, pero le han fallado las tripas. El maratón no es cosa de chuliqueo. Y nos está pidiendo cuentas por nuestro atrevimiento.  

Veo claro que no tiene sentido, ni es sensato continuar. Sigo con mi sensación de sed, de calor, además en un enganchón de la vela con un árbol he terminado en el suelo. Chapa y pintura pero un golpe al cuerpo además de a la moral. Por eso aflojo. Me pongo a más de 6'/km y a intentar terminar.

Del resto no hay mucho que decir. 7 eternos kilómetros con la palabra abandono en la cabeza. No sé cuántas veces pensé en abandonar. ¿Decenas? ¿cientos? Portaba una vela irreal, una vela de mentiras que hablaba de terminar el maratón en 4 horas. Recuerdo trotar, porque aquello no era correr, en la oscuridad. Parar en las fuentes del camino. Encontarme con otros walking dead. Pararme a hablar con ellos. Ser alcanzado por Alex y por Rubén. Y llegar al Portal de Francia porque sabía que allí estaba Novatilla esperándome.

 
Gracias a @burriketa por este vídeo de mi segunda subida al portal de Francia.
Y gracias a Novatilla, @burriketa, @izaskinha y @fjaristu por estar ahí animando.


De entre las sombras surge un Novatillo.


Y así, cautivo y desarmado el Novatillo terminó San Fermín Marathon. Mucho más allá de las 4 horas que había prometido. En casi 4h 12'. Cabreado por no haber cumplido con su compromiso. Rabioso por no haber sido liebre más que durante 35 kilómetros.   

Terminé mi quinto maratón. Aprendí mucho. A tenerle respeto. A regular ritmos según las condiciones climáticas y a tener paciencia. Y a que, de vez en cuando, el maratón te pide cuentas. 


Cara de esfuerzo al llegar a meta. 


Chocando manos en meta. Como debe ser.




Esa medalla de arriba a la derecha la he ganado.
Pero sabe amarga. No como las demás.


Si por algo valió la pena ese fin de semana, 
fue por esta comida donde nos juntamos 22 blogeros y tuiteros.
Mucha y muy buena gente. GRACIAS.

PD. Muy agradecido también a la organización de San Fermín Marathon porque en todo momento ha aceptado mis disculpas y ha comprendido que las condiciones climáticas endurecieron todo mucho. Sirva como dato saber que hubo 55 atenciones en Cruz Roja, entre ellos 2 ingresados en UCI por golpe de calor, que afortunadamente ya están recuperados.