martes, 20 de septiembre de 2016

Haciendo estallar burbujas

"Devil came to me 
And he said: I Know what you need 
Devil came to me 
And he said you just follow me"


No es broma, pero la mejor sala de recreativos de Pamplona estaba en el sótano de una iglesia. Con sus billares y todo. En el sótano de una iglesia...


Y estaba hasta hace no tanto. Hasta un tiempo en el que Dover aún hacía música, y no como se llame lo que hace ahora. Si cierro los ojos, recuerdo aquella vetusta sala de videojuegos y veo a uno de mis amigos jugando a una "maquinita" de snowboard con el "Devil came to me" de Dover, sonando en bucle.


Tenía su punto que en los bajos de la una iglesia la música nos contara una conversación con el diablo...


Eramos más jóvenes, y Dover hacía música.


Nos gastábamos los cuartos en máquinas de deportes, de lucha o de coches. Pero había más máquinas. Por ejemplo, las de reventar burbujas. Eran unas máquinas, más "de chicas". A nosotros, que íbamos de machotes de principios de los 90, eso de reventar burbujas nos parecía una moñada, pero tenía su público. 


El Puzzle Bobble Arcade, un clásico de entonces


Ahora, los cuarentones a los que nos da por vestir con lycras de colores estamos asistiendo al estallar de otra burbuja. Al menos aquí en Navarra. La burbuja runner


Aquella que alimentó decenas de carreras sin alma, varios cientos de grupos de corredores populares, miles de blogs malos, como este, millones de artículos en revistas ¿especializadas? sobre "Corra su mejor 10k" e incluso un libro en el que alguien... que supongo lo dice en serio... afirma que "Correr es vivir a tope de power".


Se nos está acabando el power señores


En mi parque sigue habiendo corredores. Casi a cualquier hora. Pero son corredores que yo llamo recreacionales. Correr les gusta, les hace sentirse bien, les da la satisfacción de hacer ejercicio o de perder peso.


Pero la burbuja ha estallado en las carreras. El bajón de venta de dorsales es alarmante, para los organizadores, y lógico para quien lleve algo de tiempo en este negocio. Como muestra, aquí están llegados a meta de tres de las carreras más emblemáticas en Navarra. 



¿Otro ejemplo? La Behobia San Sebastián, aquella carrera que hace 3 años vendió todo en 24 horas, y que hace dos años lo hizo en 7 días, cerrará el jueves inscripciones "comiéndose dorsales". Y así muchas otras...


Está estallando la burbuja, señores. Pero sobreviviremos. Somos una generación curtida. Si sobrevivimos a la burbuja de las tiendas de telefonía móvil, a la de los locutorios, a la de los "compro oro", a la de los yogures helados, a la de los cigarrillos electrónicos y a la más reciente de los centros de electroestimulación... Os juro que de esta también saldremos...


Yo mientras tanto, me voy a comprar un par de dorsales este fin de semana, que uno es un #tontomotivado, con burbuja o sin burbuja...






lunes, 12 de septiembre de 2016

Empujando árboles, como queriéndolos arrancar de raíz.

Y aún no sé muy bien por qué.
 
Llevaba un año haciendo deporte con continuidad. Por fin con continuidad. Que si gimnasio, que si spinning, que si cinta, incluso en un momento de locura transitoria me había apuntado a la San Silvestre local, que conseguí terminar con mucha menos dignidad de la prevista.
 
Y pasó ese año y llegó el verano. ¿A quién se le ocurre ponerse a ello en verano? Pero claro, con el tiempo libre a uno se le ocurren locuras. Y que ese día hacía calor, demasiado calor.
 
Desde niño había visto que en mi parque había unos señores que, salían a correr, y después empujaban árboles. Y yo quería ser uno de esos. Parecía sencillo. Correr y empujar árboles, correr y empujar árboles, como queriéndolos arrancar de raíz.
 
No me refiero exactamente a esto...
 
 
Mi hoja de Excel (*) dice que fue un 5 de agosto, y que fueron unos cinco mil metros. Cinco mil metros de mal recuerdo... Qué angustia. Con el corazón en la boca. Corriendo como si me persiguiera alguien...
 
Pero aún es más incomprensible pensar qué me llevo a volver a correr otro día. Doce días después.
Y otro día
Y otro...
 
Y aquello de apuntarme a aquella carrera en septiembre, fue “el error definitivo”. No me quedé el último, como suponía. Incluso disfruté, en anaeróbico, y perdiendo el resuello, pero disfruté. La semana que viene harán 6 años de aquello...
 
Y a partir de ahí, la bola de nieve siguió deslizándose por la ladera, a toda velocidad. Y aún sigue en ello...
Por eso aquí estamos, o aquí seguimos...
 
Después de miles de kilómetros.
Después de cientos de entrenamientos.
Después de decenas de carreras.
Después de nueve maratones.
Después de 6 años tras aquel día de verano.
 
Aquí seguimos... siendo uno de esos señores que corren, y después empujan árboles, como queriéndolos arrancar de raíz.
 
 
(*) Sí... apunto mis entrenos en una hoja de Excel... ¿y qué pasa?