Esta es la historia de un corredor, que se llama Juan, por ejemplo.
Juan vive en una ciudad al norte de España. Corre desde pequeñito. Corre mucho y compite poco y últimamente le ha dado por el maratón. Uno al año. No mucho más.
Pero ya el año pasado decidió que en 2017 se retiraba del maratón. Uno y no más. Uno, y me corto la coleta, pensó Juan.
Y Juan buscó un fin de semana que le encajara con su plan y encontró un maratón, al norte de Italia, en Milán. Pagó su inscripción. No era barata pero la pagó contento, aquella inscripción que sería la del último maratón de su vida.
Un día, allá por enero, aquella compañía barata de vuelos que le llevaría desde esa otra ciudad del norte a su último maratón retrasó el horario del vuelo del sábado. Ese que lo llevaba a su último maratón.
Casi a la vez, el maratón de Milán cambió el lugar de la feria, y de la recogida de dorsales. Y era más grande, más bonita y más amplia, pero estaba más lejos del aeropuerto ese a donde llegaban los vuelos baratos desde el norte de España.
Y, ¿qué pasó? Que con esos cambios Juan ya no llegaba a coger su dorsal. El dorsal de su última maratón. No podría correrlo, o debería correrlo sin dorsal. No tendría camiseta, no tendría medalla. ¡En su último maratón!... o peor aún, con un dorsal pagado, y bien pagado, tendría que pasar la vergüenza de ser un "sin dorsal".
Y esa noche, en su casa, Juan se lo contó a su mujer (que se llama María, por ejemplo) y que se había ofrecido a acompañarle junto con su hija.
María, mujer eficaz se puso manos a la obra, escribió a la carrera, al hotel, a la casa de España en Milán, al Facebook de la maratón... Pero nadie les aseguró que más allá de las 19.00h, la hora de cierre de la Feria del Corredor, podrían conseguir el dorsal... Y no podrían llegar antes de las 19.00h.
Y alguien les comentó que había en Twitter una chica con un Nick muy gracioso. Y también un tipo con una gorra fosforita que tenía pinta, por el Nick de ser su pareja.
A María no le sonaba de mucho Twitter. Bueno sí, más bien le sonaba mal. Le sonaba a noticias en la tele de tuiteros que insultan y que se ríen de lo que no deben. Y de jueces que leen Twitter, Y también de la palabra esa rara que sale arriba a la izquierda en los programas que María con Juan ve en la tele de casa.
Pero María, mujer valiente, pensó, es mi última opción, y escribió a la chica del Nick gracioso y al chico de la gorra fosfy.
Y los chicos de Twitter contestaron.
Y se cruzaron teléfonos,
Y se cruzaron WhatsApps
Y se cruzaron correos
Y quedaron en un portal en mitad de Milán... eran más tarde de las 19.00h del sábado.
Y quedaron porque esos chicos de Twitter habían recogido el dorsal de Juan... Por que sí, porque ellos también corren maratones y saben lo que sería sentirse un sin dorsal, sin camiseta y sin medalla...
Y Juan corrió con su dorsal,
Y Juan tuvo su camiseta
Y Juan se ganó su medalla.
Y se cortó la coleta en Milán.
Y los chicos de Twitter desaparecieron como aparecieron, silenciosamente, sin pedir nada a cambio, sin escuchar esa cosa tan españolita de "cuando vengais a mi tierra os debo..."
De hecho, cuentan que los chicos de Twitter han borrado los teléfonos de Juan y María, y sus emails.
Mejor dejarlo así.
Bendito Twitter....
Bendito Twitter y esos seres del norte que aunque Novatillos son muy grandes
ResponderEliminarQué casualidad!! Me suena la historia aunque con alguna licencia "poética". En la mía Juan agradece el gesto efusivamente y pronuncia la frase tan españolita varias veces...de echo está muy agradecido. Así es Juan...
ResponderEliminarEnhorabuena a Juan por haber completado su último Maratón, con todo lo que conlleva, camiseta, bolsa, medalla... y felicidades también a Juan por haber conocido a dos grandes corredores y mejores personas, los Novatillos (aunque de eso sólo conservan el nombre).
ResponderEliminarNo me ha gustado nada, haces de menos a Juan.
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