Hay dias que no.
Días en los que la niebla, interior y exterior todo lo invade. Incluídas tus ideas. Días en los que abres el blogger, te sitúas en una entrada en blanco, colocas el dedo índice de la mano derecha sobre la J, el de la izquierda sobre la F, pero nada fluye. Sólo la niebla.
La niebla, húmeda y pegajosa, parece quedarse para siempre en tus bronquios. Recuerdas esas sensación desde la niñez. Respirar esa niebla era como tener cuchilas clavadas en el pecho. Por eso, estos dias ni siquiera el Dios del running está de tu lado. Salen unos entrenos pochos, con malas sensaciones, pulsaciones altas, ritmos poco edificantes... El running, que siempre se ha comportado como la espita por la que sale toda la niebla interior, tampoco acaba de cumplir su función.
Pero pronto aparece el viento interior. Poco a poco, llevada por el cierzo, la niebla interior se disipa. Tarda en irse, como queriendo demostrar que la que manda es ella. Pero acaba marchándose. Y en días como ayer todo vuelve a su ser. Rescatas tus zapatillas, corres tus planeados 12 kilómetros. No te sientes súper, pero vuelves a ser quien fuiste. Y por eso, por tí, porque te apetece, te regalas tres kilómetros más.
Así, una vez que se ha disipado la niebla, miras con optimismo la tirada larga del domingo, la media de dentro de dos semanas. Todo vuelve a ser como era, nítido y claro.
Todo sea dicho, me encanta, como anoche, correr entre la niebla exterior.
Quedan 16 días para Pisa, debut internacional de la Novatilla.