Por aquel entonces, Larios me sonaba más a gin-tonic que a club de atletismo. Sí, porque podías pedir un gin-Larios en una tasca. Nadie te exigía las mil gilipolleces que ahora tienes que ponerle a un gin-tonic para que sea "cool". Aunque siempre fui más de vodka con limón. Y por aquel entonces... veinteañero, creyendo que el mundo estaba a mis pies, sin familia, pareja, ni obligaciones, en una ciudad grande... yo era de muy de pedir muchos vodka con limón.
Alguna tarde de domingo, allá que allá, cogía unas zapatillas viejas y trotábamos, yo y mi resaca, por el parque de Berlín. Ni idea de ritmos ni de distancias. No las medía. No me importaba. Sólo recuerdo que era un parque pequeño, amigable, con alguna cuesta y que pillaba cerca de casa. Y que correr despejaba la resaca.
Aquel domingo 27 de abril de 1997 algo sucedió. Por algún tema laboral terminé pasando cerca del Retiro. Allí había una cosa que se llamaba MAPOMA. Y de la que yo no sabía nada de nada. Vi una procesión de esforzados corredores apurando los últimos kilómetros de un maratón. Mi cabeza salió de su "mundo Larios". En aquellas caras de esfuerzo, su fuerza y su tenacidad vi caras de superhéroes, de gente que se esforzaba y mucho, por llegar a una meta. A su meta. A la meta de cada uno.
Pero sólo era 27 de abril de 1997, aún faltaba mucho, mucho tiempo para que naciera a la vida el Novatillo como corredor habitual, o lo que venga a ser yo ahora.
Ayer, también era 27 de abril. Ayer también me pilló la mañana en los aledaños del parque del Retiro. Ayer también había MAPOMA o como se llame ahora aquello. Ayer también vi a una fila de esforzados maratonianos peleando sus últimos metros. Ayer también los admiré, y mucho. Pero ayer no eran desconocidos. Ayer eran uno de los nuestros, nosotros éramos, uno de ellos. Y como eran uno de los nuestros no los podíamos dejar ahí luchando solos contra el cansancio y el dolor. Teníamos que intentar empujarlos poco a poco hacia la meta. Hacia su meta. Hacia la meta de cada uno.
PD. Estuvimos 27 horas en Madrid. Van a ser difíciles de olvidar por muchas grandes razones. Un millón de gracias a quienes habéis conseguido hacer de este viaje algo inolvidable. En nombre de la Novatilla y del mío propio, de corazón, gracias.